Jaime de Berenguer

Jaime de Berenguer

viernes, 13 de mayo de 2016

¿Qué va a pasar el 26J?

(Publicado en Electocracia.com)
Conocer a ciencia cierta los resultados en escaños a estas alturas no está dentro de mis posibilidades, pero sí analizar los datos de los que disponemos y buscar respuestas. Para ello utilizaré dos criterios: participación electoral y organización política.

Participación.
Llevo días escuchando a expertos y no expertos que la participación va a caer y que eso va a hacer variar los resultados del 26J con respecto al 20D. Argumentan que la gente está harta y no va a ir a votar. Que la gente está harta es evidente, sólo hace falta echar un vistazo al CIS o poner el oído en la calle. Ahora bien, no tengo tan claro que la gente no vaya a ir a votar y mucho menos que la abstención se concentre en un partido concreto como para afectar a los resultados. Los datos de participación en Elecciones Generales de los últimos 15 años muestran que la menor participación se produjo en el año 2000 (68,7%) y la mayor en 2004 (75,6%). Teniendo esto en cuenta y conociendo que el 20D la participación fue del 73,2% podríamos decir que la participación correspondía prácticamente a la media. Por tanto, no existen motivos para pensar que el porcentaje varíe mucho ni a la baja (hasta 4,5 puntos) ni al alza (2,4 puntos más). Estos datos son fiables puesto que la participación se ha mantenido estable dentro de estos límites en todo tipo de situaciones.
Organización política.
Por ella entiendo la política de coaliciones pre-electorales entre partidos. Creo que ésta va a ser realmente la clave de los resultados del 26J.
El sistema electoral español se diseñó con el objetivo de favorecer las mayorías y la representación territorial (nacionalidades) y penalizar a partidos pequeños de carácter nacional. Dos son sus características fundamentales, la circunscripción territorial y la ley D´Hondt. En base a ellas, el 20D los resultados castigaron enormemente a los partidos con baja implantación en las provincias más pequeñas (rurales), así como los “restos”, es decir, los votos que como se dice a nivel popular “van a la basura” porque no sirven para obtener representación, bien al no alcanzar el partido que los recibe el porcentaje mínimo exigido en la circunscripción, bien porque habiendo superado este porcentaje no sean los suficientes para obtener escaño. Hay provincias, básicamente las pequeñas, donde con más de un 15% de los votos un partido se puede, y de hecho se queda, sin escaño. De ahí el interés de coaligarse, eliminar los “restos” y arañar escaños que en muchas ocasiones se deciden por apenas unos cientos votos.
Vayamos a los datos concretos.
En las elecciones del 20D hubo un partido muy perjudicado por la ley electoral, Izquierda Unida (IU). Este partido obtuvo 923.105 votos pero sólo 2 diputados por Madrid. Así que solo le resultaron “útiles” 189.237 votos del total. Esto quiere decir que IU tiene en “restos” 733.868 votos, motivo por el cual IU y Podemos han decidido coaligarse y aprovecharlos electoralmente. La evidencia es abrumadora si IU y Podemos hubiesen ido coaligados el 20D y el resultado hubiese sido: PP perdería 8 escaños (quedaría en 115), PSOE perdería 1 (89), C’s perdería 4 (36) y la coalición Podemos-IU ganaría 14 más 2 de IU por Madrid para un total de 85, todo esto tan solo con “confluir”.
Como verán un absoluto vuelco electoral que se produce sólo en base a pactos y que no requiere acceder a nuevos votantes ni trasvase de votos entre partidos. Es más, dado el número de votos de IU que fueron desaprovechados el 20D, la coalición Podemos-IU podría permitirse perder votantes y aun así mantener el efecto, ya que la mayoría de los escaños que ganarían serían asignados por un número pequeño de votos.
Con estos números en la mano se pueden aventurar varias cosas. En primer lugar, que el 26J la izquierda estará en disposición de formar gobierno ya que, a diferencia del 20D, su política de alianzas le permitiría una mayoría cualificada. En segundo lugar, en este nuevo reparto de escaños el PSOE no se vería afectado, la disputa se produciría entre Podemos-IU, PP y C’s. Por tanto, dado el sistema electoral y la estructura sociológica del votante socialista, el “sorpasso” de Podemos al PSOE no se produciría a no ser que hubiera trasvase real de votos. En tercer lugar, PP y C’s caerían en escaños incluso manteniendo el 26J todos sus votantes.
Obviamente, de aquí a las elecciones del 26J pueden ocurrir muchas cosas que provoquen transferencia de voto pero eso ya cae dentro del terreno de la especulación.

Lo que está por llegar

La actualidad manda y la atención de los analistas políticos se focaliza sobre los posibles pactos para formar gobierno, la convocatoria o no de nuevas elecciones y los posibles resultados de éstas. Sin embargo, en mi opinión, estos temas carecen de la más mínima relevancia desde el momento en que el Ministro de Hacienda dio la cifra de déficit de España en 2015.
Poco importa si se convocan o no nuevas elecciones, los resultados que deparen o si hay una coalición de uno u otro signo, la nueva centralidad de la política española viene ya dada por la manera en la que el próximo Gobierno va a cumplir con los compromisos fiscales adquiridos con la UE. Por tanto, la cuestión no es si se forma Gobierno o no, tampoco su signo ideológico, sino lo que el próximo Gobierno deberá hacer si o si.
La realidad es tozuda y los datos para echarse a temblar, recordemos que España para 2016 tiene comprometido con Bruselas cerrar el año (este año) con un déficit público del 2,8% que con las cifras actuales del 2015 (el 5%) supone que el Gobierno entrante deberá ajustar, ahorrar, eliminar, recortar o como prefieran ustedes llamarlo 22.000M de euros en los 8 meses que quedan de año. Para que nos hagamos una idea de las dimensiones del asunto baste recordar que los recortes en Sanidad y Educación entre 2012 y 2014 supusieron la mitad de esa cifra.
Obviamente, España incumplirá el objetivo de déficit en 2016 inmersa en un caos político sin precedentes originado por un gobierno fallido, una oposición que utilizan el Parlamento como herramienta de propaganda populista y desgaste al gobierno en funciones, unas Comunidades Autónomas en rebeldía que se niegan a parar la sangría del déficit y un Gobierno de Cataluña en pleno proceso de secesión por la vía de los hechos consumados.
Ante esta crítica situación es inevitable volver la vista a los partidos políticos para ver qué propuestas plantean pero por lo visto, leído y escuchado mucho me temo que solo manejan soluciones irreales fruto de intereses espurios, cuando no de pensamientos mágicos del tenor; pedir a Bruselas una moratoria en el cumplimiento del déficit, luchar contra el fraude fiscal, subir los impuestos a los ricos, cuando no ensoñaciones populistas como no pagar la deuda, salirse de la UE o instaurar un régimen colectivista.
Para nuestra desgracia todas ellas son medidas irreales, insuficientes o ambas cosas a la vez y denotan una falta absoluta de compromiso con las políticas que precisa España para superar la actual situación más preocupados todos del tactismo y lo políticamente correcto para alcanzar el poder. No se aborda la falta de una economía verdaderamente libre y competitiva, ni la ausencia de separación de poderes y la evidencia de que España no puede ni debe mantener un Estado elefantiásico, burocrático e ineficiente, que incluye 17 Comunidades Autónomas, 41 Diputaciones y más de 8.000 Ayuntamientos.
Ante tamaño disparate no son de extrañar los sentimientos de melancolía que dejamos entrever los españoles en el último CIS al preguntarnos por la situación política y el futuro inmediato; el 80% considera que la situación política es mala o muy mala, el 46% cree que la situación política es peor que hace un año y ocho de cada diez creen que no mejorará dentro de un año, todo un baño de realidad el que nos estamos dando los españoles.
Y mientras esto es así, los partidos se empeñan en quitar hierro al asunto del déficit a través de un argumentario que insiste en pedir moratorias o en trasladar que no habrá más recortes porque es hora de “recuperar derechos” (eslogan populista que denota el nivel de nuestros políticos).
Pero se equivocan, se equivocan los partidos si creen que esto va a ser así y se equivocan todos aquellos que decidan creerles. Que nadie piense que todo va a seguir igual o que las soluciones mágicas van a sacarnos del atolladero. Vamos a cumplir el déficit y a devolver hasta el último euro que nos han prestado. Bruselas queda a la espera de la formación de Gobierno en España para ponerle deberes ¡y vaya si nos los van a poner! que nadie piense que en la UE todo esto ha pasado desapercibido. Dudo mucho que el resto de europeos estén dispuestos a seguir financiando por más tiempo la incapacidad y el populismo de nuestros políticos.
Así que en la próxima legislatura el objetivo de cualquier gobierno, insisto en esto; cualquiera y sea del signo que sea, será el que nos marquen desde Bruselas, que no es otro que el compromiso de déficit 0% en 2020. Lo que, nos guste o no, pasa por dos realidades; recortes y subida de impuestos. El cómo lograrlo tampoco parece muy difícil adivinar, miren lo que ha ocurrido en Grecia y Portugal, creo que no será muy diferente de lo que está por llegar hasta que sepamos cumplir con nuestras obligaciones.

Guía rápida para la comprensión de los pactos

(Publicado en Libertad Digital)
Desde las pasadas elecciones generales planea sobre la sociedad española una fuerte preocupación sobre la formación de gobierno que va creciendo a medida que pasan los días. No hay tertulia de amigos, reunión de familia o medio de comunicación donde no se hagan conjeturas sobre lo que está por venir.
Lo cierto es que saberlo parece difícil, ya que la contienda electoral ha dado un resultado endiabladamente complejo que para poderse entender debe manejar conceptos que nunca antes habíamos considerado. A la tradicional dimensión izquierda vs. derecha debemos añadir, al menos, otras tan importantes como nuevo vs. viejo, revolucionario vs. reformista, corrupto vs. (presuntamente) no corrupto, o español vs. anti-español, entre otras, y todas ellas interactuando entre sí.
Dado el número de dimensiones, las combinaciones posibles para llegar a un resultado final son muchas pero las soluciones no son más que tres; nuevas elecciones, un pacto PSOE-C’s con abstención del PP o un pacto PSOE-Podemos-IU más todo el nacionalismo.
La solución a este rompecabezas no es sencillo a no ser que aceptemos como ya señaló alguien no sin cierto cinismo, que en esto de la política los intereses están por encima de los principios y entre aquellos los individuales sobre los generales. Así que, partiendo de este axioma y dejando de lado los principios y el interés general la cosa se reduce bastante y el análisis aparece más claro, veamos.
A Rajoy le convienen nuevas elecciones, al menos eso piensa él y los más cercanos. Personalmente, visto lo visto, yo no lo creo, más bien al contrario pero en Génova sabrán. Así que, Rajoy no ayudará en nada para la formación de un gobierno que no presida él y forzará las elecciones tal y como ha estado haciendo hasta ahora. Rajoy solo piensa en su propio futuro político, así que salvo que sus compañeros de partido le despidan (cosa que dudo porque nadie se quiere mover no sea que pierdan el puesto) o la presión vía corrupción aumente, él va a seguir en su posición actual, o yo o el caos.
Sánchez y Rivera no quieren oír hablar de acudir de nuevo a las urnas. Ambos saben que la repetición de las elecciones les haría bajar en votos y escaños. En el caso de Sánchez todo apunta a que Podemos superaría al PSOE, mientras que Ciudadanos sufriría el "voto útil" hacia el PP. Ambas cosas son matizables puesto que Sánchez ha jugado bien sus cartas y lleva un mes (y lo que le queda) jugando a Presidente del Gobierno, lo que mejora su imagen y le afianza tanto dentro como fuera de su partido, por tanto él encantado de este impasse. Mientras que Rivera depende completamente del grado en el que el PP decida o no hacerse el harakiri. Así, si el PP deja gobernar a PSOE-C’s él será vicepresidente, si el PP fuerza elecciones y vuelve a presentar como candidato a Mariano Rajoy, Ciudadanos subirá pero siempre detrás del PP. En cambio, si el PP realiza primarias y se presentan, por ejemplo, Cifuentes o Feijóo, C’s se quedará en la mitad de lo que es. En el caso de que hubiera un gobierno de Frente Popular, Rivera quedaría en la más triste de las irrelevancias. Así que de Sánchez y Rivera no esperen otra cosa que no sea seguir adelante con esta legislatura como sea.
Por su parte, Iglesias lo tiene claro. Le conviene cualquier cosa, es el único (que de momento) está en una situación que en teoría de juegos se denomina ganar-ganar-ganar. Si hay elecciones, pasa al PSOE y como mínimo se queda como referente de la izquierda. Si no hay elecciones y se forma un gobierno de Frente Popular entra en el Gobierno y se come al PSOE. Y si hay un gobierno PSOE-C’s se convierte de facto (salvo que el PP reaccione, me temo no lo va a hacer) en el jefe de la oposición. Solo hay una pequeña situación que le molesta, que Sánchez juegue dos meses más a Presidente del Gobierno y luego haya elecciones, de ahí sus urgencias por hacer un "gobierno de progreso", vaya eufemismo. No obstante, a Iglesias esta dilación por parte de Sánchez para coger prestigio le hace un daño relativo puesto que Iglesias y Garzón ya han cerrado la OPA amistosa sobre IU como muestra el fichaje "a dedete" del hermano de Garzón por el Ayuntamiento de Madrid. Esta coalición le proporcionaría a Iglesias ese millón más de votos que precisa para ser la segunda fuerza política más votada y completar el sorpasso del PSOE.
Garzón es otro que está en una situación compleja. Si hay Frente Popular será Ministro (lo que muestra el nivel de incompetencia del país), en caso de nuevas elecciones iría coaligado con Iglesias, posiblemente de número uno por alguna provincia (el dos por Madrid es para Errejón y el tres debe ser de una mujer) o cuatro por Madrid y sería, previsiblemente, Ministro pero ¡ay! si PSOE-C’s llegan a un pacto y el PP se abstiene. En ese caso será mera comparsa camino de la extinción, de ahí su interés por un "Gobierno de cambio" (no saben qué inventar para engañar "al pueblo"). En definitiva, Garzón, sobre todo, a evitar como sea un gobierno de PSOE-C’s.
Por último, a los nacionalistas todo les viene bien porque ellos están a lo que están, es decir, a la destrucción de España, así que apoyarán cualquier gobierno débil, cuanto más débil mejor, y en este aspecto nada más débil que un gobierno del popurrí populista que representa el Frente Popular. Si, los nacionalistas estarán encantados de darle árnica y que haya un gobierno de este porte.
Venga, me voy a arriesgar, salvo que al PP le dé un ataque de principios e interés general, Sánchez acabará echándose en brazos de Iglesias y habrá un Gobierno de Frente Popular. Si hay nuevas elecciones volveremos a la casilla de salida porque los resultados, escaño arriba o abajo serán los mismos.
Obviamente, cabe hacer un análisis más profundo sobre qué le interesa más a cada uno de nuestros protagonistas dentro de las posibilidades que les he comentado pero eso ya se lo dejo a ustedes. Eso sí, no olviden que en la guía para la mejor interpretación de lo que va a ocurrir, la clave no está en los principios, ni en el interés general de España, sino en los intereses individuales de estos padres de la Patria.

¿'Quo vadis', España?

(Publicado en Libertad Digital)
Las elecciones generales del próximo día 20 tienen una importancia clave para España. Son, posiblemente, las elecciones con más relevancia política desde el año 1982, que supusieron la vuelta al Gobierno de un partido de izquierda y el fin de la Transición. A diferencia de las celebradas en los últimos 30 años, en las del día 20 los españoles no votamos un partido de Gobierno sino una reforma (o no) del sistema político como única salida a la grave crisis política, social y económica en la que nos encontramos.
En esta ocasión es clave que seamos conscientes de que España no está ante unas elecciones más sino en una encrucijada histórica difícil, acosada por sus enemigos y fuertemente debilitada en su modelo político y social; es decir, en decadencia.
En mi opinión, esta situación es consecuencia del actual statu quo, por lo que mantenerlo por más tiempo es impensable, como impensables son las consecuencias que podrían derivarse de hacerlo, solo nos llevaría a la ruina económica y social, quizás incluso a nuestra propia destrucción como Estado. Debemos ser conscientes de que, a diferencia de lo que algunos se empeñan en contarnos, el problema tiene raíces esencialmente sistémicas, y que sólo afrontando sus vicios seremos capaces de superar la situación actual.
Debemos ser conscientes de que, gane quien gane las elecciones, no es posible mantener un nivel de corrupción política como el actual, porque daña las instituciones, la credibilidad del sistema y, por tanto, su viabilidad (también económica). Como no es admisible por más tiempo que el poder político siga repartiéndose las instituciones y órganos de arbitraje al modo de la Restauración, ni amparar un sistema judicial lento, obsoleto y disfuncional como mejor procedimiento para mantenerlo bajo control. No hay sociedad que soporte tal tiranía. Tampoco es posible mantener el actual Estado de las Autonomías, ni en el número de CCAA ni en las competencias que manejan. El actual sistema autonómico no solo es insostenible económicamente: es que, aún peor, es imposible de asumir políticamente. No es viable tener diecisiete taifas empeñadas en su propio hecho, cuando no identidad, diferencial. Tampoco lo son los más de 8.000 ayuntamientos, ni las diputaciones y órganos consultivos, verdaderas agencias de colocación bajo control exclusivo de los partidos. No es moral ni políticamente admisible mantener un país anestesiado mediante el control absoluto de los mass media, ni una economía basada en los contactos, en los amigos o en la compra de voluntades a la búsqueda de subvenciones o normas que atenten contra la libertad de mercado, única herramienta de desarrollo económico, competitividad, innovación y permeabilidad entre estratos sociales. Debemos recuperar el mérito y la capacidad como norma social, por encima de la pertenencia al grupo o la familia.
Por tanto, España no necesita un Gobierno, lo que necesita es un modelo de Estado que sustituya al actual y apueste definitivamente por la modernización de nuestro país, erradicando los viejos hábitos y procedimientos que han marcado nuestra política desde siempre. En definitiva, un cambio cultural en la manera de entender la política y las instituciones. De no hacerlo nosotros, nos la harán los más radicales y sectarios.
Los españoles debemos saber de dónde venimos, qué nos ha traído hasta aquí y a dónde queremos ir. Nuestra responsabilidad no puede quedarse en introducir el voto en la urna, es necesario implicarse ytransformar España.

Ya está bien

(Publicado en Libertad Digital)
Ya está bien. Las elecciones celebradas en Cataluña deben marcar el punto de inflexión en la política de apaciguamiento y sumisión con respecto al nacionalismo que se ha llevado a cabo en España desde la vuelta de la democracia. Treinta y cinco años de concesiones deben ser suficientes para evaluar sus resultados y darse cuenta de que los nacionalismos solo han traído a España los mismos males que trajeron a Europa en el s. XX. El nacionalismo democrático se ha demostrado una falacia, un buenismo bienintencionado, la justificación psicológica de la democracia española para intentar contentar hasta límites absurdos al monstruo nacionalista. Por definición, el nacionalismo no tiene paradas intermedias, ni sabe de respeto a los derechos individuales y las libertades, solo sabe de prejuicios y discriminación, de identidades grupales y raciales estructuradas alrededor de la cultura, la lengua o la raza con una aspiración final, la aplicación de su proyecto nacional o racial. En ese camino, los nacionalismos no negocian, no se detienen salvo por razones estratégicas, en su caso el fin si justifica los medios, sea su coste el que sea.
La situación ha llegado a un punto que hace imposible cualquier arreglo que no pase por la destrucción de la nación española y del propio concepto de España. Los nacionalismos nos han traído muerte, terror, diáspora, enfrentamiento, división social, desigualdad, pobreza y falta de libertad. El desafío a leyes fundamentales como la Constitución, las resoluciones judiciales, órganos legítimamente constituidos y la libertad de expresión es constante. Ni nuevos estatutos, ni más competencias, ni más dinero, ni injustificables financiaciones a la carta niel autogobierno calman a la bestia. El programa nacionalista pasasencillamente por expulsarnos de nuestra propia tierra y por la eliminación de lo español. Desde los gobiernos nacionalistas se han implementado políticas que nada tienen que envidiar a las llevadas a cabo por los déspotas que nos precedieron en Europa. La política activa y pasiva del jingoísmo antiespañol se ha cebado en nuestros símbolos nacionales, instituciones, leyes, tradiciones, con nuestra lengua, así como en los españoles que no se pliegan a la muchedumbre nacionalista. Como decía bien un reciente artículo de prensa, hay lugares de España donde el nuevo insulto es llamar "español" a alguien y transmitirlo a través de los medios de comunicación públicos o privados subvencionados, en una política activa más o menos explícita de violencia simbólica que asemeja a los españoles con lo más bajo, marginal y ruin de la sociedad. Esto puede observarse con especial virulencia en la escuela y en materia lingüística –una vez más, la lengua como elemento de diferenciación y discriminación y no de comunicación–, que están desempeñando un papel fundamental en el adoctrinamiento de las nuevas generaciones, más propio de las dictaduras que de las democracias, y donde lo español es sinónimo de enemigo, de invasor, de agresor al que hay expulsar del espacio público. La implantación del huevo de la serpiente en la cabeza de los más pequeños asegura un odio generacional y enfrentamiento social de consecuencias impensables a largo plazo.
Frente a todo esto, los españoles no podemos mirar hacia otro ladopor más tiempo. No se trata ya de un problema territorial, ni de los límites geográficos de España; se trata de asegurar la libertad, la igualdad y los derechos individuales de todos los españoles. Desde la aprobación de la Constitución de 1978, queda demostrado que la democracia española ha intentado todo lo humana y políticamente posible para hacer de nuestra tierra, de nuestra sociedad, un lugar donde sea posible la convivencia entre todos. Pero el nacionalismo no lo ha permitido porque sencillamente no lo quiere, no es su plan ni es su objetivo. Dada esta tesitura, no queda otra posibilidad que la de hacer frente a esta plaga tomando ejemplo de lo hecho en otros países nada sospechosos de su tradición democrática, como el Reino Unido (con la suspensión de la autonomía de Irlanda del Norte), los Estados Unidos (con el envío de tropas federales para impedir la segregación racial) o Alemania (dondese prohíbe toda asociación contraria al orden constitucional).
Se acabó, los nacionalistas ya no tocarán la flauta mientras nosotros bailamos a su alrededor. Debemos defender el Estado de Derecho, respetar nuestras instituciones y cumplir y hacer cumplir las normas y leyes que nos hemos dado. Sin duda, será una lucha larga y costosa, puesto que el enemigo nacionalista se sabe fuerte, debido a la debilidad y los complejos de nuestros partidos políticos, que han puesto en peligro la propia existencia y el orden jurídico de España. Los españoles debemos quitarnos el complejo nacionalista de encima y madurar políticamente hacia una democracia plena y moderna como existe en los países de nuestro entorno, donde nadie se plantea -ni se tolera- que pueda pasar algo parecido al desafío que estamos padeciendo los españoles. Es precisa una política clara y decidida, enérgica en la defensa del orden constitucional, que bien podría traducirse en un pacto de Estado que haga frente a la lacra nacionalista con medidas tan sencillas y básicas como el cumplimiento de la ley, la igualdad y la libertad en todo el territorio nacional; que proteja los símbolos e instituciones de nuestro país sin vergüenza ni complejos; que reforme laley electoral para que los nacionalismos no estén sobrerrepresentados en las Cortes y se impida su gobierno a través de pactos e investiduras; que normalice la utilización del español como lengua común de todos los españoles; que recupere las competencias de educación, justicia y sanidad para el Estado y que elimine los derechos históricos de unos españoles sobre otros.
Debemos ser conscientes de nuestras propias contradicciones internas y debilidades conceptuales: no podemos defender el multiculturalismo hacia fuera y bendecir que se expulse la cultura española de su propia tierra, defender los derechos de la infancia y seguir impasibles ante la discriminación de aquellos que pretenden educarse en español en España, defender la ciencia y admitir que se falsifique nuestra historia, sostener el respeto de las minorías en el mundo y abandonar a los castellanoparlantes en Cataluña, pedir que se cumpla el derecho internacional mientras lo incumplimos en nuestra casa. Basta de aguantar insultos, manipulación de los medios de comunicación, falsos victimismos; y, sobre todo, basta de callar.
La situación terminal a la que el nacionalismo ha llevado a la democracia española no puede tolerarse por más tiempo. La realidad de confrontación política, social e institucional no se va a solucionar ni metiendo la cabeza bajo tierra ni mirando para otro lado, mucho menos con nuevas concesiones. La historia de Europa nos ha dado muchos ejemplos de dónde nos llevan los nacionalismos y el error que supone la política de apaciguamiento. También nos ha mostrado el camino paracombatirlos desde la legalidad democrática. Es el momento de ponerse manos a la obra sin complejos y con determinación.